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Tradición oral: un padre y un hijo


Para 2010, Rubio se volvía a introducir en el análisis de la estética del contrapunto, el timbre y la improvisación de Lennie Tristano y su escuela de músicos  (Warne Marsh, Lee Konitz, Billy Bauer), lo que se tradujó en  la conformación de un cuarteto formado por Federico Dannemann (guitarra), Eduardo Peña (contrabajo) y Daniel Rodríguez (batería), con quienes trabajó en la grabación de obras de estos músicos históricos, publicadas en el disco Tristano! (2011).

La elaboración de un siguiente proyecto propio llegó tiempo después, entre las tareas académicas de Claudio Rubio y su trabajo como compositor con miras a nuevo material para el Ensamble Quintessence. Interesado más que nunca por el rock y ciertas texturas de la guitarra eléctrica de bandas como Sonic Youth o Radiohead, hacia 2014 Rubio organizó un quinteto con dos guitarristas de jazz, aunque finalmente cristalizó su propuesta en 2017 a través del disco Hijo, con un quinteto junto a Sebastián Prado (guitarra), Sebastián Castro (piano), Milton Russell (contrabajo) y Juan Pablo Jaramillo (batería), en conjunto estable que definió a un sector de la composición jazzística en ese período de dos años. Allí el saxofonista presentó una serie de creaciones propias, en lo que terminó siendo su tardío estreno como compositor.

Un segundo ciclo de creaciones para quinteto lo situó dos años después en los términos de Música para ascensores, un irónico  discurso acerca de la música de fácil escucha o música de fondo, y una crítica a la creencia de que el jazz era sinónimo de muzak. Allí Claudio Rubio renueva por completo el quinteto, tocando ahora con Nicolás Vera (guitarra), Óscar Pizarro (piano), Rodrigo Espinoza (contrabajo) y Carlos Cortés (batería). Por Íñigo Díaz

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Claudio Rubio

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